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ARTICULOS DEL 17/3/2023 AL 9/1/2024 CONTRAPUNTO

EL DISCURSO GOLPISTA DE SÁNCHEZ

CATALUÑA, PODEMOS, SANCHISMO Posted on Dom, octubre 01, 2023 22:33:45

Dicen que los que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma opinión. Será por eso por lo que Sánchez al llegar a la Moncloa lo primero que hizo fue alardear de que iba a cambiar el colchón. Tal vez quería hacer ostentación de que él no tenía nada que ver con Rajoy, ni con la derecha. Pero lo cierto es que, sin embargo, a lo largo de todos estos años no le ha importado encamarse con los independentistas -más bien ya golpistas. Y el refrán parece que funciona, porque él y sus acólitos han ido poco a poco asimilando el discurso de aquellos, hasta el punto de que apenas se encuentra ya diferencia entre ellos.

Casi todos los comentaristas afirman que el resultado de las últimas elecciones indica que en la ciudadanía de Cataluña se ha reducido la proporción de soberanistas. Discrepo. Lo que ha ocurrido es que un número importante de independentistas reconoce a Sánchez como uno de los suyos y, teniendo en cuenta que se trataba de elecciones generales, pensaron que votarle a él era más práctico que hacerlo a otras formaciones independentistas.

El otro día en la ONU, en Nueva York -los anuncios importantes siempre los hace en el extranjero- Sánchez afirmó que, tal como había pensado siempre: “La crisis política de Cataluña nunca debió derivar en una acción judicial”. Dejemos al margen lo de “siempre” porque es bien sabido que Sánchez no es que tenga doble, sino múltiples personalidades, en función de cuáles sean sus intereses en cada momento. Fijémonos, sin embargo, en la frase en sí misma, que constituye una enmienda a la totalidad de la democracia. Él y sus adláteres ya habían repetido antes una expresión parecida, aunque con un matiz distinto: “Hay que desjudicializar la política”. Esta última frase indica un proyecto para el futuro. La manifestada en la ONU implica algo más, es una condena de todo el pasado. Aunque, en cualquier caso, de alguna forma el sentido de ambas es el mismo: declarar que ni la ley ni el derecho pintan nada en la política, y la justicia menos.

Habrá que preguntarse qué se pensaría de alguien que defendiese que no hay que judicializar el sistema fiscal y por lo tanto que a los defraudadores no se les deberían aplicar la ley y las sanciones, sino que la Agencia Tributaria tendría que dedicarse a parlamentar y platicar con ellos. Crear una mesa de diálogo.

Y ahora que los sindicatos están tan identificados con el Gobierno y defendieron los indultos de los golpistas, me pregunto cómo se pondrían si a alguien se le ocurriese afirmar que no hay que judicializar la actividad laboral y reclamase que se eliminara la jurisdicción de trabajo y el derecho laboral para reducir todo al diálogo y a la negociación.

Y, por último, sería interesante ver la reacción del Gobierno y sus  correligionarias feministas si alguien se atreviese a plantear que hay que desjudicializar las relaciones de pareja y la violencia de género para reducirlas a un problema doméstico y que, dado que los métodos penales y de represión no funcionan, habría que sustituirlos por la concordia y el diálogo. Nada de aconsejar a las mujeres que denuncien al agresor, sino todo lo contrario, que se sienten a negociar con él.

Pedro Sánchez afirmó también que, siendo líder de la oposición, cuando el fiscal general José Manuel Maza, ya fallecido, abrió la puerta a todas estas causas judiciales a través de la Audiencia Nacional, trasladó su malestar al señor Rajoy. No merece la pena detenerse en la verdad o la falsedad de este hecho. La hemeroteca lo contradice en múltiples ocasiones, ya que en el pasado son muy variadas sus declaraciones públicas que van en dirección contraria. No obstante, esta manifestación es perfectamente indicativa del concepto que Pedro Sánchez tiene de la justicia. En su fantasía la protesta la dirige al presidente del Gobierno de entonces suponiendo que tanto la Audiencia Nacional como la Fiscalía están a sus órdenes. ¿De quién depende la Fiscalía? Pues eso…

Después de las afirmaciones del presidente del Gobierno no nos puede extrañar que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) haya accedido a estudiar los recursos de los nueve condenados a penas de prisión en el juicio del procés. Ni puede sorprendernos que sea precisamente ahora. Será toda la justicia europea la que debe de estar hecha un lío. Si es el mismo presidente del Gobierno el que dice que el proceso judicial no procedía, ¿qué van a decir los tribunales extranjeros?

No puede por menos que causar hilaridad recordar ahora las palabras de Borrell, cuando era ministro de Exteriores de Pedro Sánchez, quejándose de que los gobiernos de Rajoy no habían sabido combatir adecuadamente el discurso de los golpistas en el extranjero, y comprometiéndose a que los gobiernos de Sánchez se dedicarían con ahínco a esta tarea. Borrell, al margen de cuáles fuesen sus intenciones, tendría que haber inferido que un gobierno que debía el poder a los golpistas sería incapaz de refutar sus prédicas. Después de estos años, se puede comprobar que no solo es que no las haya rebatido, sino que ha terminado asumiendo su mismo discurso.

El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) se ha dirigido al Gobierno español para que conteste las alegaciones de los demandantes antes del 14 de enero próximo. ¡Oh, paradoja!, en realidad la solicitud se dirige a los propios demandantes. Porque en esas fechas, e incluso ya ahora, serán Puigdemont y Oriol Junqueras los que estarán detrás del Ejecutivo, y por lo tanto responderán las preguntas.

Hasta ahora el TEDH ha rechazado todos los recursos del procés. Después de la postura de Sánchez y de la de una vicepresidenta del Gobierno yendo a Bruselas a rendir pleitesía a un prófugo no parece  probable que en el futuro haga lo mismo.

republica.com 28-9-2023



YOLANDA Y EL PROFUGO

CATALUÑA, PODEMOS, SANCHISMO Posted on Dom, septiembre 10, 2023 19:32:14

En política no vale todo y una etiqueta de izquierdas o de comunista (¿dónde estarán ahora los comunistas?) no puede tapar ni mucho menos justificar la deshonestidad. Viene esto a cuenta de dos noticias que hacen referencia a la líder de Sumar y vicepresidenta segunda del Gobierno. La primera se encuentra en que se ha negado a entrevistarse con Feijóo. Está en su derecho, aun cuando haya sido el ganador de las elecciones y le hayan votado ocho millones largos de españoles. En la presente tesitura para los miembros del Gobierno Frankenstein parece que si no son catalanes no cuentan, incluso aunque sean gallegos como Yolanda, y no todos los catalanes puesto que el PP ha obtenido en Cataluña más votos que Puigdemont, pero estos son de segunda clase, no son independentistas. También está en su derecho de mandar en su lugar a la portavoz de su formación, persona “brillante” y “muy conocida”. Aunque es posible que algunos vean en este último gesto cierta -por no decir mucha- arrogancia.

La otra noticia que también afecta a la señora vicepresidenta segunda del Gobierno es que se ha desplazado a Bélgica a entrevistarse con Puigdemont. Es el contraste entre ambas noticias el que genera bochorno e indignación. No creo que la líder de Sumar se atreva a justificar la diferencia aduciendo que Feijóo es el presidente de un partido de derechas, porque la historia política desde la Transición ha dejado bien a las claras que son CiU  -del que Junts per Catalunya es heredero- y el PNV (Dios y ley vieja) los dos partidos más conservadores del arco parlamentario, no solo porque han defendido siempre la desigualdad territorial, sino también porque se han situado invariablemente al lado de los intereses de las clases altas.

Con Feijóo se puede tener discrepancias políticas. Yo las tengo, y muchas, principalmente en materia fiscal. Claro que desde finales de los ochenta también las mantengo con los gobiernos socialistas, que en esta materia no han hecho una política muy distinta de la del PP. Con el Gobierno Frankenstein seguramente también las tendría si lograse saber cuál es la política que pretenden seguir. En cualquier caso, lo que no se puede decir de Feijóo es que sea un delincuente ni un huido de la justicia. A pesar de haber tenido cuatro mayorías absolutas en Galicia, no ha pretendido nunca valerse de ellas para rebelarse contra el Estado español, ni ha defraudado al erario público miles de millones de euros.

Puigdemont es un chisgarabís, que llegó de rebote a la presidencia de la Generalitat, que convocó un referéndum ilegal y que, después de proclamar por miedo a ser tenido por botifler la república catalana, se escapó en el maletero de un coche para no comparecer ante la justicia dejando a sus compañeros a los pies de los caballos. Causa sonrojo y estupor contemplar a toda una vicepresidenta del Gobierno español acudir a Bruselas a prestarle homenaje, precisamente el día previo al que va a comparecer en público a imponer sus condiciones. Aun cuando ella lo ha desmentido, es difícil no sospechar que detrás de este viaje no se encuentre (tras los muchos arrumacos que se prodigaron durante la campaña electoral) el presidente del Gobierno, que no se atrevió a dar un desplante al líder del partido que había ganado las elecciones y que tampoco se atreve ahora a ir a Belgica. Para ambos menesteres tiene a Yolanda Díaz, que ha demostrado sobradamente sus dotes para el papel de escudero.

La situación en los momentos actuales es tan escandalosa que ha merecido un editorial del Washington Post afirmando que «España es rehén de una facción de extremistas regionales disidentes» que, a pesar de su escasa representación, se van hacer con la gobernabilidad del Estado. Muestra además su preocupación por la intervención de Rusia, ya que Puigdemont pidió ayuda al gobierno de Putin para romper los lazos con España.

No es la primera vez que desde el extranjero contemplan con prevención la deriva populista que está experimentando nuestro sistema político, hasta el punto de preguntarse si España no es un Estado fallido.  Por citar algunos casos, en octubre de 2020 el francés Benoît Pellistrandi, miembro de la Real Academia de la Historia, subía a la web del centro de estudios Telos un artículo titulado “¿España fracasada?”. A su vez, el diario suizo Neue Zurcher Zeitung publicó una tribuna de Friedrich Leopold Sell, catedrático de Economía en la Universidad Bundeswehr de Munich, con el siguiente título: “¿Es España un Estado fallido y cómo deberá tratar la UE a este miembro?”.

El economista alemán ponía en el punto de mira al Gobierno secesionista catalán, que se encuentra en rebeldía permanente frente al Estado español, siendo ello posible por la pasividad, si no complicidad, del Gobierno de Pedro Sánchez, que precisa de los independentistas para mantenerse en el poder. A su vez, Pellistrandi señalaba también a los separatistas catalanes y los consideraba la clave fundamental de la estabilidad parlamentaria del Gobierno central. Incluso, el profesor francés apuntaba la victoria simbólica que obtuvieron vetando la presencia del Rey en Barcelona.

La visita de Yolanda Díaz a Bruselas no puede por menos que  causar sofoco y vergüenza. Solo semejante a la indignidad protagonizada por el otrora su jefe político y mentor- mal que le pese- Pablo Iglesias, cuando comparó una de las escenas más sombrías de nuestra historia, la triste hégira que tuvieron que emprender casi medio millón de españoles tras la Guerra Civil con un vodevil que causa sonrojo y risa, la fuga de Puigdemont escondido en el maletero de un coche, después de habernos obsequiado con un auténtico sainete de “síes” y “noes” hasta terminar declarando una república independiente, vergonzante. La diferencia es tan notable que resulta difícil explicar cómo alguien en su sano juicio podía plantearla, a no ser que hubiera sucumbido al sectarismo independentista.

El antagonismo más radical se encuentra en que los exiliados republicanos habían sido objeto de un golpe de Estado y huían de una dictadura militar, mientras que ha sido el propio Puigdemont el que ha dado el golpe y se fugo de la justicia de una sociedad democrática, con sus defectos, sin duda, pero equiparable a la de los principales países europeos, por lo menos si no se destruye o adultera por el populismo y el secesionismo. La disparidad es esencial. Entre víctimas y delincuentes. Víctimas de un régimen sanguinario y delincuentes en una sociedad tan garantista que no consiente juzgarles en rebeldía y les permite presentarse como candidatos a todas las elecciones, y en una Europa tan llena de contradicciones que les reconoce, por lo menos hasta ahora, como eurodiputados.

En algún artículo he afirmado que quizás quien más se parezca a Sánchez sea Yolanda Díaz. Da la sensación de que está dispuesta a todo por mantenerse en el poder. Parece que es a ella a quien le interesa más que no haya repetición electoral. Su inestable coalición podría peligrar. París bien vale una misa. La líder de Sumar piensa tragarse todas las misas necesarias, incluso funerales, porque de entierro se trata lo que hizo con Podemos. Se tenga la opinión que se tenga de esta formación política, es difícil no experimentar repugnancia ante la conducta seguida respecto a ella por la hasta ahora vicepresidenta segunda del Gobierno. En fin, tampoco son tan raros en política este tipo de comportamientos. Ya los describió hace varios siglos Maquiavelo en su Príncipe. Solo hay que pedirle que por favor no hable después de progreso, ni de izquierdas ni de política social. Hablemos de poder, solo de poder y de sillones.

republica.com 7-9-2023



SALVAD A LA IZQUIERDA, ECHAD A SÁNCHEZ

PODEMOS, PSOE Posted on Sáb, julio 22, 2023 21:31:31

Puede parecer una paradoja, pero no lo es. Sánchez es un elemento tóxico para la autodenominada izquierda. La izquierda, en sus diferentes variantes, precisa pasar por la oposición. Acometer su renovación. Tener tiempo para reflexionar. Conviene que examine cuál ha sido su trayectoria -especialmente en los últimos tiempos- y se desprenda, entre otras cosas, de todo resabio populista. La izquierda, al menos en un país democrático, no puede estar cimentada en el golpismo o en los que defienden la violencia política, aun cuando ahora no la practiquen al ser conscientes de que estratégicamente no les conviene.

Es posible que determinadas tácticas y actuaciones sean aceptables en países subdesarrollados con grandes déficits democráticos y donde se carece de un Estado de derecho y, por lo tanto, en ocasiones no existe otro camino para establecer la libertad y la equidad que sortear el sistema jurídico construido por un poder dictatorial; e incluso, en los casos extremos utilizar la violencia. Pero ese no es el caso de España. Hace más de cuarenta años que nuestro país -tal como dice la Constitución- es un Estado democrático y de derecho y, aunque con muchos defectos, equivalente al de los otros países europeos.

No es posible autoproclamarse de izquierdas cuando se está a favor del retorno al cantonalismo, a los reinos de Taifas, a la tribu, al clan. No se puede calificar de progresista, sino más bien de reaccionario, al gobierno que para estar en el poder maneja torticeramente el derecho y no tiene empacho en aplicarlo de manera desigual a los ciudadanos, librando de la cárcel a aquellos que le apoyan, o cambia el Código Penal eliminando delitos o modificándolos con la misma finalidad.

A un gobierno ni siquiera se le puede tildar de democrático cuando acepta el principio de que el fin justifica los medios y en función de ello pretende apoderarse de todos las instituciones del Estado, utilizándolas en su propio provecho; y tampoco se le puede calificar de liberal cuando defiende que la ley no se aplique a todos por igual y que el hecho de tener la mayoría y ser gobierno le permite situarse más allá del ordenamiento jurídico. Y, sin ser democratico y liberal, un Estado no puede ser social.

Sánchez ha contaminado a toda la izquierda, tanto al partido socialista como a Podemos. Hablo de toda la izquierda, porque no considero tal a los partidos que se autocalifican de ese modo, siendo independentistas. Nacionalismo e izquierda constituyen una “contradictio in terminis”.

Sánchez ha provocado una metamorfosis radical en el PSOE. La mejor prueba de ello es que al principio de todo, los órganos del partido, concretamente el Comité Federal -que es la máxima autoridad entre congresos-, cuando intuyó hacia dónde se dirigían los planes del ahora presidente del Gobierno, no dudó en forzarle a dejar la Secretaría General. Lo que Rubalcaba bautizó como Gobierno Frankenstein aparecía entonces como un auténtico sacrilegio, algo inimaginable para la casi totalidad de los socialistas.

No es que pase por alto la evolución sufrida por el PSOE con anterioridad, su tránsito, parecido al de otros partidos europeos, desde la socialdemocracia al socialiberalismo. De hecho, asumió muchos de los principios del neoliberalismo económico, pero continuaba siendo un partido constitucionalista, incapaz de pactar con los herederos de aquellos implicados en el asesinato de compañeros socialistas o con los que preparaban un golpe de Estado.

Tampoco olvido que Rodríguez Zapatero tuvo determinadas veleidades frente a los soberanistas, prólogo del sanchismo y en cierta forma preparación y germen para su advenimiento. Aquellas palabras de “Pascual, aceptaré lo que venga de Cataluña” y la desacertada aprobación del Estatuto constituyeron el detonante del procés. A su vez, su negociación con ETA, cuando estaba ya derrotada, estuvo a punto de acarrear que se hiciesen concesiones innecesarias a la banda terrorista y de dar consistencia a un relato falso que en cierta manera la blanqueaba. Solo el atentado de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas abortó la operación.  Son conocidas las palabras de Zapatero calificando a Otegi de ”hombre de paz”.

Pero, a pesar de todo ello, el cambio trascendental en el partido socialista se produce a la vuelta de Sánchez a la Secretaría General tras las segundas primarias. La transformación inicial se produce en el ámbito institucional. Apoyándose en un instrumento radicalmente presidencialista y que jamás debería haber penetrado en las formaciones políticas españolas, las primarias, establece dentro del partido un régimen profundamente autocrático. Constituye una ejecutiva y un comité federal a su medida y hace que el congreso apruebe todas aquellas normas que le garantizan el total control del partido y su permanencia, sin que nadie pueda volver a descabalgarle de su cargo. Ciertamente, desde entonces no hay quien se mueva en esta formación política sin el permiso de Sánchez. Él premia y castiga.

Esta posesión del partido socialista por el sanchismo se hace tanto más radical y absoluta desde el momento en el que, a través de la moción de censura, Sánchez llega a la presidencia del gobierno. La capacidad de recompensar y sancionar se multiplica por cien y se hace casi ilimitada. Es bien sabido, casi un tópico, que el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Así que la corrupción se fue extendiendo a lo largo y ancho de toda la formación política y casi todos los que años antes se habían opuesto a los planes de Sánchez terminaron sometiéndose a los nuevos parámetros. Nadie puede vivir permanentemente con mala conciencia, así que lo que en un principio era mera conveniencia se fue transformando en autoconvencimiento.

Sánchez va ahora de plató en plató proclamando que es un político limpio, pero lo cierto es que pocas corrupciones serán mayores que comprar el gobierno de la nación con mercedes y cesiones que, si bien les pueden convenir a unos pocos, terminan perjudicando a la totalidad, tanto más cuanto que todo ello se hace eludiendo el derecho y violando los procedimientos democráticos. La corrupción personal aumenta de tamaño cuando se contagia a toda una formación política.

Solo tras el maremoto que se ha producido el 28 de mayo, en el que el partido socialista ha perdido gran parte de su poder municipal y autonómico y, con ello, muchos de sus militantes el puesto de trabajo, se han comenzado a percibir ruidos en los territorios y las  agrupaciones. ¿Qué ocurrirá en el PSOE el 23 de julio si Sánchez pierde las elecciones? ¿Dejara el cargo de secretario general? Recordemos que no quiso dimitir habiendo obtenido 85 escaños y con 85 escaños formó el primer gobierno Frankenstein. ¿Tendrá capacidad el PSOE para regenerarse?

También Podemos e Izquierda Unida se han contagiado de la toxicidad del sanchismo desde el momento en que han participado del Gobierno Frankenstein. La prisa por llegar al poder, surgida en parte por una concepción bastante simplista e inmadura de la política, les lanzó a los brazos de Sánchez y les hizo partícipes de todos los dislates de este Gobierno, incluso de aquellas medidas que chocaban frontalmente con su ideología y tradición. Vieron cómo España tomaba claramente partido a favor de la OTAN en una guerra llena de interrogantes y bastante alejada de nuestro entorno geográfico e histórico. Por mucho que repitan que se encuentra en Europa, los intereses parecen encontrarse más bien en EE. UU. Protestaron, pero aceptaron (los acuerdos de Consejo de Ministros se adoptan por unanimidad y hacen responsables a todos sus miembros) los continuos aumentos de los gastos de defensa y el envío de tropas a Ucrania. Tomaron parte como miembros del Gobierno en la modificación radical de la posición de España respecto al Sáhara, que, por cierto, continúa siendo el misterio mejor guardado. ¿Qué es lo que provocó de la noche a la mañana que Sánchez cambiase la posición sin dar cuenta a nadie?

La causa del deterioro sufrido por Podemos e IU al entrar tan precipitadamente en el Gobierno se encuentra también en la falta de preparación y conocimientos de sus miembros, características necesarias para realizar un papel discreto en los cargos ejecutivos. Junto a un cierto engreimiento, portaban una gran dosis de ingenuidad, hasta el punto de que en ocasiones al escucharles nos hacían recordar las asambleas universitarias. Han ignorado -o no han querido considerar- las limitaciones inherentes al sistema político y económico en el que nos movemos y los parámetros internacionales que en las actuales circunstancias condicionan la actuación de cualquier gobierno.

Estas carencias se hicieron tanto o más llamativas en cuanto quisieron aplicar en la práctica medidas que parecían ilusorias o fuera de la realidad, con el consiguiente descrédito para las organizaciones que las proponían. En política lo más grave es hacer el ridículo. Es ciertamente triste constatar cómo en la opinión pública el 15-M, que suscitaba respeto y comprensión, se ha convertido en algo risible.

Ni el PSOE ni Podemos pueden esconderse detras de la política social. Aunque hubiese sido excelente, no podría justificar los enormes fallos en el Estado de derecho y en los procedimientos democráticos que se han producido durante el sanchismo; pero es que, además, las actuaciones en esta área dejan tambien mucho que desear. La política social no se puede enjuiciar al margen de la política económica, cuando la segunda falla, por fuerza la primera también lo hace. Al margen de proclamas triunfalistas, nuestra economía ha estado durante estos años a la cola de Europa (ver mi artículo publicado en estas páginas el 29 de junio de este año, titulado “La economía española, como una moto”).

Una política social de izquierdas no puede confundirse con el populismo. El Estado social no es el Estado de los bonos, de las ocurrencias, de los parches, de los gastos sin planificación, que no se sabe en realidad a quién benefician ni cómo se pueden instrumentar. El sanchismo se ha dejado llevar por los intereses electorales implementando pequeñas subvenciones a diestro y a siniestro sin orden ni concierto, mientras los grandes temas continúan pendientes.

Tras afirmar que se iban a derogar las reformas laborales de Zapatero y Rajoy -impuestas ambas en momentos de crisis por la Unión Europea-, se acomete una que constituye un simple acicalamiento que no modifica los elementos principales y más dañinos de las dos anteriores: las facilidades para despedir y las consiguientes indemnizaciones, incluyendo los salarios de tramitación. No es extraño que la patronal la aprobase y que Feijóo diga ahora que apenas es preciso tocarla. Como tampoco es raro que la CEOE estuviese a favor de la aplicación masiva y sin ningún control de los ERTE, que favorecían considerablemente a las empresas, tanto a las que lo necesitaban como a las que no, y servían simplemente para incrementar sus beneficios, pero suponían una carga colosal para el erario público (ver mis artículos del 18 de noviembre de 2021 y del 6 de enero de 2022, titulados respectivamente “El paro, los ERTE y la reforma laboral“ y ”La reforma laboral y el despido”).

Mientras se aprobaban bonos, dádivas y generosidades -tales incluso como conceder 400 euros a los jóvenes para que, según dicen, se los gasten en productos culturales-, no se abordaron o se abordaron mal las columnas del Estado del bienestar. El ingreso mínimo vital ha sido un enorme fracaso que tan solo ha servido para colapsar los servicios de la Seguridad Social y restar recursos de la Agencia Tributaria. El problema de las pensiones continúa sin solucionar y se mantiene como una espada de Damocles por encima de la cabeza de todos los jubilados. Solo se ha hecho un apaño y el Gobierno es el primero que sabe que la UE les exigirá una solución definitiva. Tampoco es verdad que hayan subido este año las prestaciones, simplemente han impedido que se redujeran por la inflación, lo que ya se había acordado en el Pacto de Toledo y por lo tanto lo habría aplicado cualquier gobierno.

No se ha hecho nada para solucionar temas como la justicia, la sanidad o la vivienda, a pesar de haber contado con los ingentes recursos de la Unión Europea, que se podían haber aplicado a estas finalidades y no a otras en buena parte desconocidas  y de muy dudosa utilidad

No se ha acometido tampoco una reforma fiscal en profundidad que, entre otras cosas, debería haber incrementado la progresividad en el IRPF, equiparado las rentas de capital con las del trabajo y eliminado una multitud de deducciones que no incentivan nada, pero benefician fundamentalmente a las rentas altas y constituyen un semillero de fraude al no poderse controlar la mayoría de ellas. En su lugar, lo único que se ha hecho ha sido introducir impuestos ecológicos claramente regresivos o medidas puramente demagógicas como el impuesto a los bancos que, lógicamente y tal como estaba anunciado, estos están repercutiendo en los clientes mediante algo tan sencillo como no retribuir el pasivo.

Con todo, lo más grave es el ingente incremento sufrido por el endeudamiento público, capaz de hipotecar el crecimiento económico y la política social del futuro. Puede repetirse el efecto Zapatero quien, después de haber tirado el dinero en los proyectos más absurdos como el Plan E, tuvo que acometer ajustes muy duros.

Ciertamente, la llamada izquierda en todas sus versiones necesita de renovación, casi de refundación, pero para eso tiene que abandonar el poder y replantearse su trayectoria, incluso su orientación actual, desechar determinados vicios. Es imprescindible que se desprenda del populismo y, sobre todo, que se libere de Sánchez y del sanchismo.

republica.com 20-7-2023



SUMAR, UNA COPIA DECADENTE DE PODEMOS

PARTIDOS POLÍTICOS, PODEMOS Posted on Dom, junio 25, 2023 20:57:15

No parece que el proyecto de Sumar vaya por derroteros distintos de los que ha seguido Podemos y he descrito en mi artículo de la semana pasada. No añade nada nuevo. Son las mismas confluencias que en principio se aglutinaban junto a esta última formación política; quizá con un agravante, que las segundas partes nunca fueron buenas. Sin duda, Sumar no iba a ser una excepción. Los años pasados han creado múltiples susceptibilidades, antipatías, traiciones, vicios etc., la camaradería y la ilusión iniciales se han transformado en desconfianza y resentimiento. Da la sensación de que el nuevo partido (instrumental, tal como lo califican) se ha hecho viejo antes de nacer.

Su origen se circunscribe a una sola persona que, designada por el anterior líder -primero para ser ministra y más tarde, vicepresidenta del gobierno y cabeza de la lista de Podemos en las próximas elecciones generales-, decidió hacer la guerra por su cuenta, aprovechar la plataforma mediática que se le brindaba y construir un proyecto totalmente autocrático.

Su avidez por el poder parece que supera con mucho a la de los líderes anteriores, ya que, según ha dicho, no se conforma con el espacio situado a la izquierda del PSOE; se propone unir a toda la sociedad y llegar, no ya al gobierno, sino a la presidencia del Ejecutivo. “No quiero estar a la izquierda del PSOE, le regalo al PSOE esa esquinita. Eso es algo muy pequeño y muy marginal. Creo que las políticas que despliego son muy transversales”. Su arrogancia aparece de forma fehaciente en el eslogan que escogió para su lanzamiento: “Empieza todo”. ¿Todo?, ¿España?, ¿la humanidad?, ¿nuestra galaxia?, ¿o el universo entero? También afirmó que “esto no va de partidos políticos”. Y en realidad es de lo único que va, pues ella carece de militancia. Partidos pequeños y en gran medida circunscritos a una Comunidad.

Persiguiendo el mismo objetivo que ha tenido Podemos -tocar poder cuanto antes-, Sumar tiene lógicamente que incurrir en los mismos o mayores errores. Su coqueteo con el nacionalismo va a seguir estando muy presente no solo por el discurso de quien es ahora su única cabeza visible, sino también por las características de quienes se han adherido en primer lugar: Colau, Más Madrid, Oltra, etcétera. Por cierto, ¿dónde está Oltra que se sentaba en Valencia, al comienzo de la aventura, tan cerca de Yolanda Díaz? Además, Sumar se va a encontrar con el mismo problema de Podemos: aglutinar una serie de facciones que antes o después emprenderán una dinámica centrifuga.

En cuanto a la entrega al sanchismo, hoy por hoy, la de Yolanda Díaz es más pronunciada que la del resto de los dirigentes de Podemos. En los casos de conflicto entre los dos sectores del Gobierno ella siempre se ha quedado en medio sin apoyar al partido que la había aupado al cargo de ministra. Fue Sánchez quien la consagró en el debate de la moción de censura. Por mucho que ahora durante la campaña parezca que están enfrentados, si el sanchismo permanece en el gobierno, volverán a emparejarse y Sumar asumirá el papel de muleta de Sanchez, y quizá con mucha más disciplina y servilismo que Podemos. No en vano se ha dicho que es la segunda marca del PSOE.

Tampoco en materia de programa, Sumar va mucho más allá de lo que ha ido Podemos. La unidad de los distintos integrantes no se ha logrado a través de la coincidencia en las ideas o en el discurso, se ha fraguado alrededor de una persona, Yolanda Díaz, que tampoco se caracteriza por tener unos planteamientos claros, sino más bien por no mojarse y mostrar una postura ambigua ante todos los problemas. Su seña de identidad, por el contrario, es carecer de la más mínima idea de economía, con lo que puede hacer las afirmaciones más peregrinas.

La líder de Sumar ha circunscrito el discurso a jactarse de la tarea realizada como ministra de Trabajo, adoptando un tono triunfalista, todo es histórico, descomunal, colosal, los datos son los mejores de toda la serie. Aunque fuese así, se le podría contestar que usando sin límite la chequera del dinero público no parece que tenga demasiado mérito. Pero es que, además, es un discurso mendaz en el que la mayoría de las cosas no son como son sino como se representan. Se ha llegado a no conocer realmente el nivel de parados al no contabilizar como tales, entre otros, los ERTE y los fijos discontinuos. La reforma laboral deja mucho que desear, y la aplicación de los expedientes de regulación temporal de empleo, dada la dimensión gigantesca del número en el que se usaron, está lejos de ser el éxito ingente que nos quieren hacer creer, ya que no se contemplan los múltiples resultados negativos que han tenido. No contamos ni con el tiempo ni la extensión para argumentar estas últimas afirmaciones, pero el que lo desee puede consultar mis artículos publicados en este periódico: el del 18 de noviembre de 2021 titulado “El paro, los ERTE y la reforma laboral“ y el de 6 de enero de 2022, ”La reforma laboral y el despido”.

Por mucho que se use el botafumeiro y se presente con clarines y timbales, el proyecto de Yolanda Díaz se reduce a repetir la historia de Podemos solo que con mucha menos frescura y con mayores cicatrices. Los componentes que se van a englobar en Sumar son los mismos que en los inicios se colocaron con Podemos. No hay nada nuevo, salvo el cambio de líderes y de sillones. Por copiar, hasta parece que se imita el formato de la papeleta que usó Pablo Iglesias en la que, al más puro estilo teocrático, va a figurar la cara del líder supremo. La actual ministra de Trabajo afirma con frecuencia que no quiere egos a su alrededor porque para egos, y esto lo digo yo, ya está ella. Solo Sánchez la aventaja en ir diciendo por donde pasa “mecachis, qué guapo (o que guapa) soy”.

El aislamiento al que ha sometido a Irene Montero no tiene demasiada explicación, al menos no la que se pretende dar oficialmente. La ley del “sí es sí” fue aprobada por todo el Gobierno con Pedro Sánchez a la cabeza y por una mayoría de parlamentarios, entre ellos todos los de Compromís, los de Colau y el niño de Más País. Es más, la misma Yolanda Díaz votó en contra de la ley que intentaba corregir el desaguisado. A Irene Montero se le podrá reprochar su empecinamiento, pero no la responsabilidad en exclusiva de haber aprobado la norma. Una ley no la sanciona un ministro. El mismo Sánchez afirmó que era una ley pionera y que la copiarían otros muchos países.

En las negociaciones, el perdedor ha sido Podemos. Todos se pusieron en su contra. Se entiende el objetivo de Compromís, de los Comunes y de Más Madrid. Cada uno de ellos pretende monopolizar su huerto autonómico, sin permitir ninguna competencia, en concreto la de Podemos. Ello debería hacer meditar a Yolanda Díaz porque cuando las barbas de tu vecino veas pelar echa las tuyas a remojar. Muy posiblemente ese sea el destino que le puede esperar a Sumar. Se comprende menos la postura de IU, que desde 2016 ha ido siempre de la mano de Podemos. Aunque, estando por medio Garzón, cualquier cosa…

No sé si se entiende o no la postura de la actual vicepresidenta segunda, lo cierto es que es difícil compartirla y que tal vez sea acreedora a los calificativos más duros. Gracias a Podemos, salió del anonimato, fue esta formación política la que la nombró ministra, más tarde vicepresidenta segunda y la que la designó como cabeza visible de esta organización para las próximas elecciones generales. Aprovechando todo este bagaje, monta su chiringuito y lo primero que pretende es acelerar la defunción del partido al que debe todo su patrimonio político. No es precisamente para que inspire en el futuro mucha confianza. Quizá sea que la actual ministra de Trabajo es lo más parecido posible al presidente del Gobierno.

Si, tal como afirmaba en el artículo de la semana pasada, Podemos ha sido víctima de la hibris griega, del pecado de desmesura, el engreimiento y la arrogancia han estado presentes en Sumar desde el origen, desde antes de nacer, lo que va a lastrar su trayectoria y nos lleva a pensar que muy posiblemente su futuro sea bastante menos halagüeño de lo que han sido estos años pasados para Podemos.

En las elecciones de 2015 el conglomerado de Podemos consiguió 69 diputados: En Comú Podem, 12 diputados; Podemos-Compromís, 9; Podemos en Marea-Nova, 6, y Podemos, simple y sin adherencias 42; en total, 69 diputados.

En las de 2016 la coalición de Podemos sacó 71 diputados, de los que Podemos-Compromís obtuvo 9; En comú podem, 12; En Podems Marea Nova, 5, y Unidos Podemos (Podemos-IU-Equo Clías), 45; en total, 71. ¿Yolanda Díaz sacará resultados parecidos? Lo dudo.

republica.com 22-6-2023



MOTIVOS DE LA DECADENCIA DE PODEMOS

PARTIDOS POLÍTICOS, PODEMOS Posted on Dom, junio 18, 2023 13:44:25

Se ha dicho por activa y por pasiva que uno de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales ha sido el descalabro de Podemos, lo que, sin duda, tiene mucho de cierto. Y ello nos lleva a cuestionarnos cuáles han sido las razones. Pero quizá, antes de entrar a contestar la pregunta, conviene circunscribir el fenómeno, sobre todo respecto a ese hasta ahora fantasma que se denomina Sumar. He señalado con frecuencia que la situación creada por Yolanda Díaz es bastante extraña.

En la negociación con Sumar se ha utilizado como arma contra Podemos los malos resultados que ha obtenido en las elecciones autonómicas y municipales. No me parece justo este reproche, porque Sumar -excepto una líder nueva con dilatada ambición- no llega mucho más allá de Podemos. A pesar que se vocee que es la primera vez que se unen quince formaciones, la mayoría de ellas no pasa de ser chiringuitos sin ninguna consistencia práctica. El esqueleto de la hasta ahora plataforma, y en estos momentos partido instrumental, está constituido por la Izquierda Unida de Garzón, formación que ha estado asociada a Podemos desde las elecciones de 2015, y que en estos mismos comicios han ido juntos en muchas candidaturas, por lo que el varapalo sufrido por Podemos es también predicable de IU. Los resultados no han sido mucho mejores para las otras confluencias políticas asociadas a Sumar: Comunes, Compromís, Más Madrid, etcétera. O sea que no parece que tengan mucho que reprocharse mutuamente. Y menos puede recriminar quien no se ha presentado a las elecciones por carecer de estructura territorial.

Para entender lo que ha sucedido con lo que teóricamente se llama la izquierda de la izquierda, deberíamos partir del 15-M y del movimiento al que dio lugar. Nació en la crisis financiera de 2008, tras los ajustes acometidos por Rodríguez Zapatero, y más concretamente por la modificación del artículo 115 de la Constitución -más teórica que real como después se ha comprobado. Los que más tarde serían dirigentes de Podemos revolotearon entonces alrededor de Izquierda Unida, una Izquierda Unida ya en decadencia. Pretendían ir en sus listas a las elecciones europeas, lo que no resultaba muy viable, teniendo en cuenta el carácter cerrado de las formaciones políticas.

La negativa decidió a la célula embrionaria de Podemos a presentarse a los comicios por su cuenta. Los resultados fueron sorprendentes, consiguieron cinco eurodiputados. El éxito alcanzado fue el comienzo de su carrera al estrellato, pero también el germen de su futuro declive. Los triunfos electorales de 2015, 2016 y 2019 condujeron a que los líderes de Podemos fuesen presos de la desmesura. Es lo que entendían los griegos por “hibris”, pecado de orgullo y de arrogancia. Plutarco afirmaba: “Los dioses ciegan a quienes quieren perder”; y en palabras de Eurípides: “Aquel a quienes los dioses desean destruir primero lo vuelven loco”. El poder ofusca a los humanos. La “hibris” arroja a quienes la padecen al exceso y al engreimiento, les fuerza a abandonar la justa medida, a sobrepasar los límites. Los dirigentes del nuevo partido trazaron un camino que con el tiempo los habría de conducir al fracaso. Se dejaron llevar por la avidez de lograr el poder a cualquier precio y lo antes posible.

Despreciaron por tibios a aquellos que les habían precedido en ese espacio ideológico, reprochándoles que se habían instalados cómodamente en una posición minoritaria, orgullosos de sus ideas, pero ineficaces desde el punto de vista social. Les recriminaron que, encerrados en su torre de cristal, se negasen a mancharse las manos. Los dirigentes de Podemos, con cierta ingenuidad y arrogancia, se plantearon llegar cuanto antes al gobierno. Esa urgencia por alcanzar el poder sin saber muy bien para qué ha estado y está en el centro de su actuación política, y ha propiciado los errores cometidos.

El primero de ellos ha sido el coqueteo constante con los nacionalistas, adoptando muchos de sus mismos planteamientos. El discurso soberanista, especialmente el de las Autonomías ricas que se oponen a toda política redistributiva, es parecido al del neoliberalismo económico. Tanto las clases altas como las regiones florecientes pretenden limitar -cuando no eliminar- la solidaridad. Lógicamente todo eso es incompatible con el pensamiento de izquierdas. Entonces, ¿por qué Podemos se ha puesto de parte de los independentistas, incluso de los que han dado un golpe de Estado?

La explicación hay que buscarla en lo dicho anteriormente, en las prisas manifestadas por esta formación política para alcanzar el poder y la primacía concedida a los resultados electorales por encima de cualquier otro aspecto. Tal vez han considerado que, en Comunidades como Cataluña, País Vasco, Navarra, incluso en Valencia o en Baleares, defender el derecho a decidir podía ser rentable electoralmente.

Las cosas, sin embargo, no son tan claras porque en esas Comunidades partidos nacionalistas y regionalistas hay muchos y, puestos a votar en esta clave, siempre se prefiere el original a las copias.  Además, parece lógico que las confluencias en esas regiones tengan la tentación de comportarse con vida propia y de apenas considerarse parte de la formación estatal. Si se pretende que los territorios sean soberanos, por qué no ellas. Con el tiempo existe el peligro de que Podemos termine siendo irrelevante en esas regiones A su vez, este coqueteo con el nacionalismo puede ser un enorme lastre en el resto de las Comunidades, que es lo que finalmente ha sucedido.

El segundo error cometido por los podemitas fue su ambivalencia con el partido socialista. Primero, confiaron en el sorpasso y, al no conseguirlo, terminaron por unir su suerte a esta formación política, precisamente cuando el PSOE atravesaba su peor momento histórico, integrándose en el gobierno Frankenstein, con lo que no solo blanqueaban a golpistas y filoetarras, sino que se hacían partícipes de la totalidad de los acuerdos del Ejecutivo y cómplices de todos los desmanes del sanchismo. Aun cuando a veces hayan protestado y pataleado, se han tenido que tragar muchos sapos y culebras. Pasaron de considerar a los socialistas como casta a comer en la misma mesa y a acostarse en la misma cama con la peor versión del PSOE. La pertenencia al gobierno anuló en Podemos la posibilidad de ejercer una verdadera crítica frente a la realidad española y al proyecto de Unión Europea.

Y con esto se entra en la tercera consecuencia o en el tercer error derivado del apresuramiento por llegar al gobierno, que es el de la levedad de su discurso. Cuando se está en el gobierno los planteamientos no pueden ser los mismos que cuando se participa en un movimiento de contestación y protesta. Antiguamente los partidos de izquierda solían diferenciar entre el programa máximo y aquel que se manejaba como posible, de acuerdo con la coyuntura económica y política y con la correlación de fuerzas existentes. No cabe duda de que la pertenencia a un gobierno -y tanto más si es de coalición- condiciona el programa.

Recuerdo que en mayo del 68 se empleaba un eslogan muy expresivo: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”. Un movimiento de contestación y protesta social puede reclamar lo imposible; cuando se está en el ejecutivo, no.

En los inicios del movimiento 15-M era frecuente escuchar en los medios de comunicación el reproche de que no ofrecía soluciones. He pensado siempre que ese no es el cometido de un movimiento de protesta social. No tiene medios ni estructuras para ello. Su función es criticar y reprobar todo aquello que considera que está mal. Intentar resolver los problemas es la finalidad de los políticos. Pero, por eso todo cambia cuando se pasa de la protesta al juego político y mucho más si se forma parte del gobierno, y sobre todo si no se poseen los conocimientos y el bagaje técnico necesarios para las soluciones. Se corre el peligro de que en lugar de arreglar el problema se agrave.

Para que las correcciones sean las adecuadas y no empeoren la situación hay que tener en cuenta todas las condiciones y el campo de juego en el que nos movemos. A pesar de que el 15-M surgió como reacción a las imposiciones de la Unión Europea, y que a este movimiento se liga el nacimiento de Podemos, esta formación política en los últimos años parece haber olvidado la pertenencia a la Eurozona, y las limitaciones que ello conlleva.

Por otra parte, muchos de sus líderes han pasado por países latinoamericanos cuyas circunstancias  tienen muy poco que ver con las de los europeos. Las medidas puestas allí en funcionamiento -buenas o malas para esas sociedades- con bastante seguridad resultan desacertadas para las nuestras.

Ante unas condiciones hostiles y que no controlan (globalización, Unión Europea, sistema capitalista, funcionamiento de los mercados, etc.), o bien han propuesto medidas improcedentes y contradictorias o bien trasladan la mayoría de sus preocupaciones desde la cuestión social y la diferencia de clases a otros temas tales como el feminismo, la ecología o la defensa de ciertas minorías como los homosexuales o los trans, e incluso sobre el bienestar animal. En el extremo, la defensa del nacionalismo.

La rehabilitación de Podemos no puede venir de repetir miméticamente la historia ni de cometer los mismos errores, tanto más cuanto las circunstancias de ahora son distintas de las de 2014. Esta es la enorme equivocación de Yolanda Díaz. Su plataforma Sumar no contiene nada nuevo excepto el líder (quítate tú, que me pongo yo) y los agravios y rencores que unos mantienen frente a los otros. Pero para hablar de ello necesitaremos un nuevo artículo.

republica.com 15-6-2023



LA SEGUNDA MARCA DEL SANCHISMO

GOBIERNO, PARTIDOS POLÍTICOS, PODEMOS Posted on Dom, abril 16, 2023 10:04:36

Desconfío de los profetas, de los personalismos, de aquellos que piensan que todo comienza en ellos y acaba en ellos. Por eso no he podido por menos que contemplar con suspicacia el lema que presidía el otro día el acto de Magariños: “Empieza todo”. La verdad es que todo en la operación Sumar es raro, comenzando por su origen, que no ha sido otro más que el dedo de Pablo Iglesias señalando a Yolanda Díaz como cabeza de lista de Podemos a las próximas elecciones generales, al tiempo que la nombraba (más que designarla) vicepresidenta segunda del Gobierno, y le proporcionaba la plataforma adecuada para el proyecto que ahora intenta emprender. Parece evidente que sin esta nominación no existiría Sumar.

Se ha producido así la paradoja de que los medios e instrumentos para el ataque a Podemos hayan salido de esta misma formación política. La plataforma, movimiento o lo que sea Sumar, es una copia milimétrica del Podemos de los inicios, y lo único que en ella tiene solidez es lo que se ha hurtado o se piensa fagocitar de la formación morada. Los medios de comunicación han aireado que en Magariños habían participado quince asociaciones políticas, pero lo cierto es que la casi totalidad de ellas apenas tienen consistencia. Solo IU, incluyendo al PCE, y los Comunes de Cataluña poseen alguna entidad, y los dos estaban en la órbita de Podemos.

Es comprensible por tanto el cabreo que tienen los líderes de Podemos, se sienten traicionados, ya que parece que se pretenda desbancarlos y se ha convocado a otros partidos, como Más País o Compromís, de ámbito regional, pero que se presentarán a las elecciones municipales y autonómicas como sus contrincantes. Se  entiende también que los mandatarios de la formación morada, antes de entrar a formar parte del proyecto, planteen sus exigencias. No es lógico que a todos los integrantes se les trate de igual forma. No puede ser lo mismo Podemos, que hoy por hoy  tiene treinta y cinco diputados, que Más País que solo cuenta con dos escaños o Compromís que tiene uno, o la gran mayoría de las formaciones que no tienen representación parlamentaria.

En Sumar también son extravagantes todos los pasos que se han dado hasta ahora: los vaivenes, las idas y venidas, el sí pero no, el dejarse querer y, por supuesto, el primer acto público de la presunta candidata, en Valencia, primera confesión -aun cuando se tuviese interés en mantener la incógnita- de que se tenía la intención de seguir adelante con el proyecto. Pero, eso sí, de forma totalmente contraria a lo que cabía esperar, dado que Yolanda Díaz ocupa una cartera ministerial gracias a y en nombre de la formación morada.

La candidata a presidenta, con el pretexto de realizar un acto para exhibir una nueva política dirigido principalmente a las mujeres, convocó en Valencia a Ada Colau, a Mónica Oltra, a Mónica García y a Fátima Hamed, todas ellas muy buenas compañías y líderes de formaciones políticas competidoras o al menos independientes de Podemos, mientras paradójicamente no se invitaba ni a Ione Belarra ni a Irene Montero.

Casi un año después, en el Matadero de Madrid la ministra de Trabajo presenta oficialmente el proyecto al que se asigna ya un nombre, “Sumar”, aunque existe el peligro de que sea más bien restar, porque se pidió expresamente que no  asistiesen al acto los líderes de los partidos políticos, aquellos que en teoría debían incorporarse a la nueva organización, lo que sin duda también resulta sorprendente, y más aún que no asistiesen los de Podemos, puesto que era Podemos la que la había sacado del anonimato. Mantuvo enfáticamente que la cosa no iba de partidos políticos, lo que resultaba también incongruente tratándose de un acto orientado a crear una candidatura para las próximas elecciones generales (ver mi artículo publicado en este diario el 8-9-2022 titulado “Sumar o restar”).

Al acto de Matadero le ha seguido el de Magariños, donde Yolanda Díaz ha anunciado -según ella, humildemente- que se presentará a presidenta del Gobierno. Resulta también chocante porque lo que menos parecía haber en ese acto era humildad. Todo en él rezumaba soberbia y triunfalismo. Proclamó también que se trata de instrumentar una nueva política. Esto último, sin embargo, no es nada raro porque todos los que pretenden crear un partido anuncian una nueva política. Lo extraño comienza cuando esta se define como dialogar, dialogar y dialogar y, sin embargo, parece que resulta imposible hacerlo con los mandatarios de la formación que la ha lanzado al estrellato.

La nueva candidata a la presidencia afirmó que no depende de nadie y que no quiere que nadie la tutele. Lo cual continúa siendo raro porque, nos guste o no, todos dependemos de alguien. Ella ha dependido de Podemos y de Pablo Iglesias para ser ministra, vicepresidenta segunda e incluso para la designación a la candidatura que ahora anuncia. Es creíble que ya no quiera la tutela de Pablo Iglesias, pero habrá quien se pregunte si no es porque tiene la de Sánchez.

Que el presidente del Gobierno ha extendido su mano protectora sobre ella es bastante evidente. Solo hay que considerar el papel preponderante que le asignó en la moción de censura. Parecía decir esta es mi hija muy amada. Esta actitud aparece de forma más clara, si se consideran las encuestas bien amañadas de Tezanos en las que se infravaloran los resultados de Podemos. No hay demasiadas dudas de que detrás de la actual apoteosis de la ministra de Trabajo se aprecia la alargada mano de Sánchez.

El parecido entre Yolanda y Sánchez es demasiado grande; su discurso, bastante parejo. Los dos participan del mismo triunfalismo, y de la misma capacidad para distorsionar la realidad. Pero es que, además, el presidente del Gobierno sabe que su única posibilidad para repetir la próxima legislatura se encuentra en reeditar la alianza Frankenstein. Necesitan por tanto que las formaciones a su izquierda obtengan buenos resultados, tanto más si, como es previsible, los socialistas pierden representación. Concretamente, hay quien cree que el plan de Sánchez se centra en la esperanza de que Sumar pueda movilizar a los posibles abstencionistas que en otras ocasiones votaron al PSOE.

El razonamiento no parece demasiado convincente, puesto que los que abandonan al PSOE lo hacen movidos, en buena medida, por el coqueteo mantenido por esta formación con los golpistas y filoetarras, y en esta cuestión tanto Podemos como los que se vislumbran como componentes de Sumar son tanto o más responsables. No parece verosímil, en consecuencia, que reciban los votos de los que han decidido no dárselos al partido socialista. Resulta difícil creer que se vaya a escoger la segunda marca cuando se ha rechazado la primera.

Dicen que Yolanda Díaz no está dispuesta a pactar con Podemos hasta después de las elecciones municipales y autonómicas. Motivo: la creencia de que los resultados de esta última formación serán muy malos, lo que proporcionaría a Sumar ventaja en la negociación. Sin embargo, esta argumentación hace aguas. Primero, porque no parece que alguien que elude presentarse a la contienda por carecer de medios y que por lo tanto aún no se ha medido en las urnas pueda entrar a juzgar los buenos o malos resultados de otras formaciones que al menos han entrado en liza. Segundo, porque si es verdad que Sumar no se va a presentar a esas elecciones, sí lo van a hacer muchas de las formaciones políticas que teóricamente van a conformarlo y no creo que sus resultados sean mucho mejores que los de Podemos; incluso algunas como los Comunes e IU es posible que lo hagan componiendo coalición con la formación morada. Esto último confirma una vez más que todo lo que hace referencia a Sumar es raro, muy raro.

Pero es que, además de raro, va a resultar conflictivo. Con Podemos o sin Podemos los problemas comenzarán cuando haya que hacer las listas para las generales. Mientras la cuestión se mueva en discursos y arengas, el entusiasmo y el fervor serán unánimes; ahora bien, la cosa cambiará cuando cada uno reclame su trozo de pastel. Muchos comensales para una mesa tan pequeña.

republica 13-4-2023